lunes, 2 de agosto de 2010

Los Millares

Se descubre en 1.891, a raiz de la construcción del ferrocarril Almería – Limares. En 1.892 Luis Siret inicia las excavaciones. El yacimiento se encuentra a orillas del río Andarax a unos 17 km de Almería y muy cerca de las localidades de Gádor y Santa Fé de Mondújar. Desde el poblado se divisa Sierra Alhamilla, Sierra Nevad, la Sierra de los Filabres y la Sierra de Gádor.

Sus pobladores lo habitaron entre el 2.700 a.c. y el 1.800 a.c.. En esta época abundaban los bosques de pinos, encinas, abedules álamos, fresnos, etc. con una fauna de ciervos, gamos, jabalíes… que servirían de caza para sus pobladores, incluso el río Andarax sería un caudal de agua contínua y navegable para pequeñas embarcaciones.

El asentamiento fue cuidadosamente seleccionado, pues cuenta con defensas naturales formadas por los escarpes del Andarax y la rambla de Huéchar, con campos fértiles para el cultivo, abundante caza, un río con salida al mar y a muy corta distancia de las minas de cobre de la Sierra de Gádor.

Podemos distinguir tres fases de evolución: La primera, de 2.700 a.c. a 2.400 a.c., contando con tres líneas amuralladas y con actividades metalúrgicas propias del Cobre Antiguo; la segunda fase de 2.400 a.c a 1.900 a.c., que se caracteriza por un aumento de la población que lleva a ampliar el recinto con la construcción de una gran muralla exterior, con lo que las defensas se elevan a cuatro líneas amuralladas, además de los diez fortines avanzados sobre las poblaciones, este periodo pertenece al Cobre Pleno, y en la comunidad se desarrolla una división del trabajo y se eligen a personas como jefes del poblado; y la tercera fase, desde 1.900 a.c. y 1.800 a.c., época del Cobre Reciente, en la que el poblado sufre una profunda crisis, reduciendo los límites habitables al pequeño perímetro de la ciudadela, deteriorándose los fortines, y desarrollándose la cerámica del vaso campaniforme.

La muralla exterior es la más larga que se conoce de la Europa del Cobre. Mide 310 m desde los escarpe del río Andarax a la rambla de Huéchar, parece que gira hacia el norte para luego volver hacia la meseta interior y unirse a otras murallas. Presenta torres semicirculares a intervalos irregulares y dos puertas. Una de ellas de carácter monumental y estructura muy compleja. Se construye con piedras grandes colocadas en la base y rellenas en el interior de guijarros y barro.

La primera muralla presenta varias fases constructivas a lo largos de sus 75 metros de longitud. En su origen, llegaba a tener 2 metros de espesor, al que se le añadieron rellenos de barro y guijarros, así como torres circulares.

La segunda muralla, de 80 metros de longitud, forma casi un círculo que encierra en su recinto una gran meseta central. Su interior alberga un edificio metalúrgico, un silo y un gran edificio rectangular de 32 metros de longitud que, para algunos, tiene la función de edificio público.

La tercera muralla, de forma casi rectangular y con 150 metros de perímetro, está separada de la meseta por una vaguada. Parece formar una especie de ciudadela interior; posiblemente se trate de la zona del poblado más antigua y, a la vez, la última en ser abandonada.

Los fortines eran estructuras defensivas del poblado que se sitúan actualmente en pequeñas colinas al borde de la Sierra de Gádor y a ambos lados de la rambla de Huéchar. Se han localizado diez fortines; el Fortín 1 es el más informante y consta de dos murallas concéntricas de planta circular y la externa tiene un gran foso de 6 m de profundidad. Aquí se han encontrado abundantes restos de vasijas de distinto tamaño, molinos de mano y restos de actividades líticas y metalúrgicas.

La mayoría de las viviendas escavadas se encuentras próximas a las líneas de murallas. Todas ellas tienen una tipología similar. Son cabañas circulares, de 4 a 7 m de diámetro, con zócalos de piedra de mampostería rellenas de guijarros y barro y, muy probablemente, con cubierta vegetal. En su interior, sobre un resto de piedra aprisionada, se han encontrado los restos del hogar, así como molinos de piedra y cerámicas de uso doméstico, deduciéndose que en estas cabañas se almacenaban alimentos. Se trata, pues, de un hábitat elemental. El agrupamiento de las cabañas se hacía de forma arbitraria, sin alineamientos en calles.

Las actividades económicas de los hombres y mujeres de Los Millares se basaban fundamentalmente en la agricultura. En sus campos de cultivo cercanos al poblado, al pie de la Sierra de Gádor, producían cereales como trigo y cebada, leguminosas, lino, etc. Sus técnicas eran adecuadas para la época y suficientemente desarrolladas para poder alimentar a una población bastante numerosa (entre 1.000 y 1.500 personas). Después de la recolección, las labores de moliendas se realizaban en las cabañas de los poblados y en algunos de los fortines, mientras que el excedente de la producción se almacenaría en silos.

También la ganadería fue una actividad clave de la economía de Los Millares. De los rebaños de ovejas, cabras y cerdos se obtenía carne, leche, queso y manteca. La dieta alimenticia se complementaba con la caza de ciervos, gamos o jabalíes, que en aquella eran muy abundantes.

La cultura de Los Millares fue de las primeras de la Península Ibérica que introdujo la fabricación de instrumentos de metal; en concreto, de cobre. Y aunque no desplazó a la piedra, sí fue una importante fuente de riqueza que daría lugar a una serie de cambios sociales y culturales. El proceso de fabricación debió de ser muy laborioso; con martillos de piedra dura se extraía el cobre de las minas de la Sierra de Gádor, mediante de zanjas estrechas y superficiales, siguiendo la beta del mineral. La fundición se llevaba a cabo en el poblado con hornos muy sencillos: un hoyo excavado en el suelo, rodeado por un pequeño muro de piedras y alimentado con un fuelle. Finalmente, se modelaba el metal a base de golpearlo para obtener la forma deseada. Se estableció un rico comercio con otros pueblos mediterráneos y su cultura logró sobrevivir durante casi un milenio.

En los telares, se fabricaban tejidos de lana y de lino, que servían como prendas de vestir y resultaban ser más cómodas que las de pieles y cueros. Con productos vegetales también realizaban labores de cestería.

Otras de las actividades realizadas habitualmente por las mujeres era la cerámica. Hecha a mano, presenta un color rojizo o gris, existiendo una gran variedad de tamaños: las grandes (tinajas, orzas…) servían para almacenar los alimentos, las medianas (cazuelas, hoyas…) para cocinar los alimentos y las pequeñas (cuencos, platos…) para servirlos y comerlos. También fabricaban una cerámica de más calidad, que se comerciaba con otros pobladores. Los hombres estaban más especializados en la fabricación de útiles y herramientas hechas con distintos materiales: con el cobre, fabricaban cuchillos, sierras, punzones… con el hueso, pequeños instrumentos punzantes y con la piedra, hachas, cuchillos y puntas de flechas.

La necrópolis de Los Millares consta de casi de un centenar de tumbas colectivas. No todas las tumbas son exactamente iguales, pero sí tienen la misma estructura: atrio, corredor y cámara. En el atrio, se han encontrado restos de cerámica que se usaba durante las ceremonias fúnebres; en los corredores, se sitúan pequeños nichos de niños en las zonas laterales; y la cámara se suele cubrir mediante una falsa cúpula.

El ritual funerario se efectuaría: al producirse la muerte, el cadáver descansaría al aire libre y se conduciría a la tumba; en el atrio se celebraba una ceremonia y en la cámara se enterraba junto con un rico ajuar de cuchillos, hachas, punzones, flechas, vasijas de cerámica, figuras, collares, ídolos, pulseras, etc. Existía un culto a los muertos asociados a la Diosa Madre, la diosa de la fecundidad, la creadora y regeneradora de la vida. Los constructores de las tumbas monumentales en galerías subterráneas artificiales pueden ser el resultado de una evolución de los tipos de enterramientos paleolíticos, cuando estos se realizaban en cuevas naturales.

Para asegurar la alimentación del poblado, organizaron la producción agrícola, la ganadera, la minera y la comercial. Esta sociedad sugiere una compleja organización, que estaría dominada por un jefe, siendo los parientes del jefe los que tenían la mayor jerarquía del poblado. Se trata de una sociedad de transición entre la igualdad de los pobladores y la sociedad de clases.

El poder no se basaba en la propiedad de los medios de producción, sino en la ascendencia, en lazos de sangre. En definitiva se trata de una sociedad de transición entre la igualdad primitiva y la sociedad de clases propiamente dicha. Este sistema fomentó la creciente división de los trabajos, siendo el más importante el metalúrgico, influyendo esto en la vida de sus pobladores, que llegaron a habitar dicho poblado por un periodo de tiempo cercano a los 1.000 años, tiempo relativamente grande para las sociedades de la época.

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